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Tuesday, March 24, 2009

Erasmo el indeciso



Ha caído en mis manos un libro bien editado pero ya con las páginas amarilleadas por el tiempo, es una obra de Stefan Zweig sobre Erasmo de Rotterdam que escribió en 1934 y del que hizo una cuarta edición Editorial Juventud en 1971. Es curioso lo viejo que es ya un libro con apenas treinta años de existencia y sin embargo lo actual que es la figura y el carácter de Erasmo en un siglo en el que "tener una creencia" o una "opinión fuertemente fundada" es ya signo de radicalismo.



En los primeros capítulos de la obra parece que Zweig hace una semblanza del carácter de Erasmo, y después, paulatinamente, aporta datos biográficos que confirman esas afirmaciones.

En mi opinión Erasmo de Rotterdam fue un gran erudito, algo indiscutible; un apasionado del latín clásico y un gran humanista, pero quiso pasar por el mundo de "puntillas" sin mojarse, sin darse un disgusto ni darlo a nadie. Y eso le sirvió en su primera época pero no en el momento en el que Europa hervía toda ella en la convulsión de la reforma luterana.

Erasmo siempre se escaqueó del compromiso y procuró vivir lo más cómodamente posible. En cuanto pudo, después de haberse formado en la escuela de los agustinos, salió con encargos buscados del convento y así hasta el final de su vida.

Su gran amigo Tomás Moro se mojó y fue mártir de la fe. Otros como Melanchton se pasaron al bando protestante. Él sostenía que lo suyo no era el heroísmo. Verdades sí, mientras no comprometieran demasiado.

Huyó de Lobaina por ser demasiado católica y se exilió a Basilea. De ahí volvió a salir cuando se hizo demasiado protestante y no encontró fácil acomodo en una sociedad que obligaba a tomar postura.

Lutero le alababa como precursor, el Papa le reclamaba que pusiese su pluma al servicio de la Verdad y de la Iglesia, el Emperador intentó que estuviese presente en las dietas de Worms y de Ausgurbo sin que Erasmo moviese un músculo.

Y sólo tomó partido, y partido por la fe, en cuanto fue atacado por su discípulo Ulrich von Hutten moribundo y resquemado de no haber sido amparado por Erasmo en Basilea. Ahí habló Erasmo defendiendo su deseo de paz y con una tímida toma de partido por el bando católico. Sus reproches a Lutero por su exaltado modo de defender su reforma llaman la atención de un Lutero sanguíneo y vitalista que arremete contra la "pasividad y el miedo" de Erasmo a manifestar su pensamiento.

De ese segundo escrito, Erasmo toma ocasión para, definitivamente, mojarse y dar con el dedo en la llaga del problema luterano: la negación de la libertad. En eso Erasmo se basa en su propia experiencia: "libres somos, si bien no tanto como nos gustaría, y más de lo que afirma Lutero". De ahí surge la furibunda obra luterana "De servo arbitrio" donde se muestra la dramática antropología del protestantismo: "la antropología de la esclavitud", sólo la fe salva ya que la voluntad está tan corrompida que la libertad es una quimera.

Erasmo quiso una república de sabios, donde todo se discute en las formas, pero que esa verdad encontrada acaba en la vitrina de la contemplación. Su obra culmen "Elogio a la locura" es un feliz hallazgo para la crítica de los vicios de su tiempo, pero evitando que se enfaden aquellos a los que su crítica va dirigida. Coincide con Cicerón cuando afirma "una paz injusta es mejor que una guerra justa", llama a la paz en "Querela pacis", pero sus posiciones sólo son posibles en un planteamiento parecido a la tesis progresista que sostiene "no importa que creas en Dios mientras pienses que es una idea que te has creado tú mismo"; en definitiva: "no importa qué pienses mientras estés convencido de que no hay verdades". Y sin verdades ¿por qué las guerras de religión, las guerras para defender cualquier valor incluso las guerras para evitar la agresión y el dominio de un pueblo sobre otros?

Erasmo es el paradigma del indeciso, pero también del que piensa que en el mundo las cosas irían mucho mejor si no nos empeñásemos en vivir de acuerdo con las ideas que sostenemos.

Título: Triunfo y tragedia de Erasmo de Rotterdam (1934)

Autor: Stefan Zweig

Ediciones Juventud, cuarta edición, Barcelona 1971

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