Tenía interés en bucear en la vida de los primeros cristianos, no tanto en la lírica sino en la realidad, lo que sentían, sus temores, sus esperanzas y sus fortalezas.
Me recomendó un amigo que leyese a Hannan, un gran estudioso de la vida de los primeros cristianos, realista, nada exagerado.
Muestra algo que te llena de esperanza: "la fortaleza en los momentos de persecución". Todos los mártires de Lyon, los que confesaron su fe... perseveraron. Felicidad, Perpetua, Blandina, Irineo, Ignacio, Panteno... y tantos en África, Asia y Europa mostraron que "amando la vida terrenal"... siendo del mundo, tuvieron el coraje de amar más la Vida Eterna. "No odiamos la vida, pero amamos la Vida, la vida con mayúscula".
Eran como una enfermedad contagiosa, maravillosa, que daba sentido a la vida dura de los humildes, de los esclavos, de la gente que trabajaba en los oficios... pero también que ilustraba la inteligencia de los filósofos como Justino, Orígenes o Tertuliano.
El cristianismo, sabia nueva, entró y vitalizó al ciudadano del Imperio, pero superaba las barreras del Imperio.
Ellos vivieron su fe sin que fuese una balsa de aceita pacíficamente poseída. Desde el inicio los gnósticos o los judaizantes, los rigoristas o los laxos estaban en medio del trigo. También había santos y virtuosos, pero otros que "se aprovechaban de los dineros de las colectas" y eran castigados; santos y pecadores desde el primer momento; confesores y lapsi; en definitiva "toda la humanidad" intentando llegar a la santidad por el camino de los hombres y la ayuda de la gracia.
Si puedes, te recomiendo que leas este libro y mirarás con más afecto y comprensión esa época gloriosa que se repite cada siglo en las "épocas de persecución".
Título: La vida cotidiana de los Primeros Cristianos"
Autor: Adalbert G. Hamman
Ediciones Palabra, Madrid 1985
Traducción de Manuel Morera.
Me recomendó un amigo que leyese a Hannan, un gran estudioso de la vida de los primeros cristianos, realista, nada exagerado.
Muestra algo que te llena de esperanza: "la fortaleza en los momentos de persecución". Todos los mártires de Lyon, los que confesaron su fe... perseveraron. Felicidad, Perpetua, Blandina, Irineo, Ignacio, Panteno... y tantos en África, Asia y Europa mostraron que "amando la vida terrenal"... siendo del mundo, tuvieron el coraje de amar más la Vida Eterna. "No odiamos la vida, pero amamos la Vida, la vida con mayúscula".
Eran como una enfermedad contagiosa, maravillosa, que daba sentido a la vida dura de los humildes, de los esclavos, de la gente que trabajaba en los oficios... pero también que ilustraba la inteligencia de los filósofos como Justino, Orígenes o Tertuliano.
El cristianismo, sabia nueva, entró y vitalizó al ciudadano del Imperio, pero superaba las barreras del Imperio.
Ellos vivieron su fe sin que fuese una balsa de aceita pacíficamente poseída. Desde el inicio los gnósticos o los judaizantes, los rigoristas o los laxos estaban en medio del trigo. También había santos y virtuosos, pero otros que "se aprovechaban de los dineros de las colectas" y eran castigados; santos y pecadores desde el primer momento; confesores y lapsi; en definitiva "toda la humanidad" intentando llegar a la santidad por el camino de los hombres y la ayuda de la gracia.
Si puedes, te recomiendo que leas este libro y mirarás con más afecto y comprensión esa época gloriosa que se repite cada siglo en las "épocas de persecución".
Título: La vida cotidiana de los Primeros Cristianos"
Autor: Adalbert G. Hamman
Ediciones Palabra, Madrid 1985
Traducción de Manuel Morera.
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