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Saturday, December 30, 2006

Un cuento de Navidad escrito por Jean Paul Sartre para avivar la esperanza.


Aragón Liberal (Enviado por: Ángel) , 30/12/06.- Se trata de un auto de Navidad, que escribió para una representación teatral una Nochebuena, de las que pasó confinado en un campo de concentración nazi; sus compañeros le pidieron que escribiera algo capaz de aportarles, en aquel entorno, Esperanza.

Recibo esta interante información sobre algo que escribió Jean Paul Sartre:

Se trata de un auto de Navidad, que escribió para una representación teatral una Nochebuena, de las que pasó confinado en un campo de concentración nazi; sus compañeros le pidieron que escribiera algo capaz de aportarles, en aquel entorno, Esperanza.

Y Sartre escribió "Barioná, el Hijo del Trueno". La obra decayó y luego fue retirada de la circulación, pero ha sido rescatada y traducida recientemente.

Y esta que sigue es la descripción que el agnóstico Sartre hizo de una meditación de la Virgen ante el Niño, recién nacido.

"La Virgen está pálida y mira al niño. Lo que yo habría querido pintar sobre su cara es una maravillosa ansiedad que nada más ha aparecido una vez sobre una figura humana.

Porque Cristo es su niño, la carne y el fruto de sus entrañas. Ella le ha llevado nueve meses, y le dará el pecho, y su leche se convertirá en sangre de Dios. Y por un momento la tentación es tan fuerte que se olvida de que él es Dios. Le aprieta entre sus brazos y le dice: «Mi pequeño». Pero en otros momentos se corta y piensa: «Dios está ahí», y ella es presa de un religioso temor ante ese Dios mudo, ante ese niño aterrador. Porque todas las madres se sienten a ratos detenidas ante ese trozo rebelde de su carne que es su hijo, y se sienten desterradas ante esa nueva vida que se ha hecho con su vida y que tiene pensamientos extraños. Pero ningún niño ha sido más cruel y rápidamente arrancado a su madre que éste, porque es Dios y sobrepasa con creces lo que ella pueda imaginar.

Pero yo pienso que hay también otros momentos, rápidos y escurridizos, en los que ella siente a la vez que Cristo es su hijo, su pequeño, y que es Dios. Ella le mira y piensa: «Este Dios es mi hijo. Esta carne divina es mi carne. Ha sido hecho por mí; tiene mis ojos y el trazo de su boca es como el de la mía; se me parece. ¡Es Dios y se me parece"

Y a ninguna mujer le ha cabido la suerte de tener a su Dios para ella sola; un Dios tan pequeño que se le puede tomar en brazos y cubrir de besos, un Dios tan cálido que sonríe y respira, un Dios que se puede tocar. Y que ríe. Y es en uno de esos momentos cuando yo pintaría a María si supiera pintar ..."


(SARTRE, Jean Paul, Bariona (pieza escénica inédita). Cit. por LAURENTIN, René, Court Traité sur la Vierge Marie, Lethielleux, Paris, 5ª. ed., 1968, p. 136.)

Ángel

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