Colectivo Cartapacio Liberal. Noticiero y breves comentarios de libros leídos y que consideramos de interés. El Colectivo Cartapacio Liberal se ha adherido al periódico digital www.aragonliberal.es

Friday, March 07, 2008

Homenaje a Dante. Versión canto V en el Purgatorio.

Estoy escribiendo unos cuentos sobre un prado verde y un arroyo. Hay una tienda amarilla ahí puesta... pero esta vez nos hemos trasladado a muchos años antes, al 1289, en la Batalla de Campoldino y hemos mirado la escena robando los ojos a Dante. Que perdone mi atrevimiento.

Cuando me salí del mapa (y 10). Loas a María.

Loas a María.


Esta vez trasladaremos el escenario, el verde prado, a las faldas de los Apeninos. Nos acompaña Dante y su canto número cinco del Purgatorio. Bonconte de Montefeltro nos cuenta su historia, que es una loa a Nuestra Señora.


Aires medievales, pero almas sensibles, como todas a los amores y grandes ideales.


Amanece, apenas apunta el sol sus primeros rayos, las tropas de los Anjou se acercan a las posiciones de los Hohenstaufen, los güelfos siguen su contienda con los jibelinos, los colores de ambos bandos ondean a la brisa matutina.


Brillan las armaduras, avanzan magníficas cabalgaduras. Los señores de la guerra son acompañados por palafreneros, escuderos y guerreros, todos con prendas de vivos colores.


Rojo y verde frente amarillo y azul... la flor de lis, el león rampante... e incluso apuntan ya los colores de Aragón en los descendientes de los Hohenstaufen. Tropas guerreras del Papa Clemente...


Se acercan al arroyo las dos bandas, suenan las trompetas, aparecen poco a poco... cabezas, armaduras, banderas, yeguas de magnífica apostura... Qué pena da pensar en la próxima carnicería.


Valientes guerreros se animan con gritos de guerra... y comienza el choque. Los paladines de ambos lados entrechocan sus aceros. ¡Por Carlos! ¡Manfredo! ¡Bonifacio! ¡El del Este! ¡Ferrara! ¡Florencia! Brillos y chispas... gritos y llantos... la batalla comienza.


El valiente Bonconte siega cabezas, ufano en su yegua blanca que no tiene miedo a la sangre... el penacho de su dama se ondea ligero con la brisa y el balanceo de su cabalgadura galana... Pero cuando a hierro mata... siente el filo del acero en su garganta, se toca la herida, la mano se mancha de sangre... se debilita y cae sobre su cabalgadura que queda muy quieta esperando que retorne a su grupa.


Eso le salva de la hacha asesina de un sicario del conde enemigo, que busca venganza por causa de faldas.


Pero se siente con herida mortal, se acerca al arroyo con la lengua reseca buscando una gota de agua en su boca.Los ojos se ciegan, los sentidos se aquietan, su paso se hace cada vez más pesado... no llega al arrollo y cae en la hierba.


Se siente morir... y se acuerda de Juana, su amor verdadero, esposa y madre de hijos valientes... contempla su vieja cadena de oro... mira el rostro que ahí se adivina... Y grita ¡María! ¡Madre del Cielo!


De pronto, en la casa del Señor de los Mapas, la Virgen María ordena muy rauda que cien ángeles bajen a recoger al guerrero que, en momentos de angustia reclama su ayuda.


El alma del buen Bonconte de Montefletro se ve suspendida en brazos angélicos cuando ya se acercaba al cadáver del muerto una feroz tropa luciferina.


El diablo con insultos soeces les grita a los ángeles ¡me arrebatáis a mi presa! y sólo por un minuto en la tierra, maldita sea la súplica que tantas almas me birla.


Los ángeles ni contestan y suben al buen conde al lugar donde purgan las almas benditas sus penas en valles de gran hermosura... y esperan que limpias puedan ver a su salvadora, la Virgen María.


Rabiosas las tropas luciferinas emiten vapores malignos... se forma una niebla que sube las laderas apeninas...


Se forman nubes negras de profunda tormenta que lloran de rabia, y gimen en truenos y rayos... la batalla se para, los guerreros miran el cielo y piensan que es el diablo que pierde bocado y no se contenta.


Las nieves se mojan, los arroyos se crecen, el río rebosa, y el cadáver de Bonconte se mezcla con tierras y piedras bajando hacia el Arno y sepultando por siempre los despojos humanos.


Y al diablo le queda la dicha de hacer daño al cuerpo de aquel que en el alma ya goza de gloria gracias a María.


frid

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