Este año era lectura obligada el libro de la “Infancia de Jesús” de Benedicto XII, tanto porque lo ha escrito un gran papa y teólogo, como porque está envuelto en una ingenua y absurda polémica sobre si hubo buey y mula en el Belén o si los Reyes magos eran de Oriente o de los cuatro puntos cardinales, incluído Tarsis.
Si uno lee ese libro verá que la polémica se suscita al “coger el rábano por las hojas” pues el análisis de Ratzinguer está lleno de lucidez, de profundidad y de sentido común y uno acaba sabiendo más que antes al tiempo que ama más las benditas tradiciones de nuestros belenes.
Por otra parte, para completar lecturas, este año he elegido un libro de mi amigo, Francisco Varo, al que conocí camino de convertirse en sabio en Roma: “Rabí de Nazaret”, de la Biblioteca de Autores Cristianos, en su edición de Madrid 2005. Ahí el autor sí que presenta diálogo con los críticos tanto a la existencia de Jesús como a los que lo interpretan como un hombre más. Y, creo que está en la linea de rigor de “La infancia de Jesús” introduciéndonos en la geografía, historia, cultura, razas, conflictos y aspiraciones de los ´judíos de la Palestina y de Jerusalén en la época de Jesús.
Leyendo el libro de Francisco Varo uno se sorprende de ese “cristianismo liberal” que ha hecho la aproximación al personaje desde una crítica histórica que supone despojar de toda realidad lo contenido en los Evangelios, diciendo que da itgual, porque lo importante es lo que uno siente o le dice ese personaje al que han transformado en un fantasma inexistente.
El rigor científico lleva a sostener que Jesucristo es un personaje real muchísimo más documentado que Alejandro Magno, que su historia está narrada con más rigor que la “Guerra de las Galias” de Julio César, y que su doctrina y hechos sorprendentes están más fielmente transmitidos que la doctrina de Sócrates.
Buen tiempo estos días para seguir leyendo libros serios sobre Jesús. En concreto, el de la “Infancia” de Jesús, despacio y detenidamente lo podrás acabar en pocas horas y releerlo meditando.
Federico Rodríguez de Rivera
